EL MIEDO VISTE DE NEGRO
Escribe GUSTAVO FERNÁNDEZ
Escritor - Director de la revista digital
"Al Filo de la Realidad" ( http://correo.hispavista.com/Redirect/www.alfilodelarealidad.com.ar
)
Martes, 12 de septiembre de
1978
En una época en que, cuando menos en mi país,
Argentina, aún no se habían popularizado PC hogareñas, banco de
datos comerciales ni otras lindezas, ciertos trabajos, como el de
reunir información sobre la solvencia financiera de aquellos
interesados en préstamos o créditos bancarios, eran sufragados por
empresas privadas conocidas como "de informes comerciales".
Pesquisas por derecho propio de la confianza monetaria del prójimo,
representaban, a mis ya lejanos veinte años, la única posibilidad
cierta de un trabajo estable. Acababa de abandonar la carrera de
Ingeniería Aeronáutica en una época oscura para la universidad
nacional después de algunas amargas experiencias en los ámbitos
académicos de la ciudad de La Plata con las autoridades uniformadas
de entonces, y en parte por mi carácter, en parte por mi pasado
adolescente de militante fervoroso, era mejor por un tiempo alejarme
de las aulas y buscar un trabajo para solventarme. De todas formas,
la Ovnilogía en particular y las paraciencias en general seguirían
siendo mi válvula de escape intelectual. Así que, con unas modestas
habilidades con la máquina de escribir como todo currículum,
conseguí un eclipsado puesto en una de esas empresas, situada sobre
calle Alsina en Buenos Aires. Y durante un año tipeé páginas y más
páginas respecto de pasivos, deudas impagas y ganancias y pérdidas.
Fue el único año de mi vida que trabajé bajo relación de
dependencia.
El año 1978 había comenzado pleno de actividad
ovnilógica para mí: en febrero entregué a la desaparecida Editorial
"Cielosur", de Buenos Aires, los originales del que fuera mi segundo
libro, "Triángulo Mortal en Argentina" ?tema que se reiterará a lo
largo de este artículo- participé en numerosas conferencias y viajes
de investigación. Pero para junio, las obligaciones de mi incipiente
trabajo me habían alejado completamente de la gesta ufológica,
excepto por la salida, los primeros días de agosto, al público de
"Triángulo...". Y aún así, todo se limitaba a responder las
esperables llamadas telefónicas de los amigos, algún que otro
comentario en la Editorial y poco más. Es más: la única vez que mi
trabajo y los OVNIs se encontraron fue cuando a mi escritorio de
"redactor comercial" llegó un expediente sobre "Cuarta Dimensión
S.R.L." y pasé a ser de los pocos que saben que Fabio
Zerpa no se llama realmente así sino Fabio Pedro Allés.
Apenas una anécdota de color.
Por eso, cuando al atardecer de ese día regresé a
mi casa ?aún vivía con mis padres- me sorprendió encontrar una nota
de puño y letra de mi madre sobre la mesa del comedor. Decía algo
así como "por nada del mundo le abras la puerta a nadie. Hubo
gente rara buscándote. Cuando regresemos te contamos".
El principio de la historia lo conocí en realidad
no por mis padres, sino por la encargada del edificio, quien al
sospechar que había regresado no pudo frenar su profesional
curiosidad de contar y enterarse. Contar que, a media tarde, dos
policías uniformados acompañados de un tercero que llevaba sujeto de
la correa un perro pastor (¿) y que permaneció dentro del automóvil
( un Ford Falcon negro) habíanse introducido en el edificio,
secuestrado parte de la correspondencia diaria que por ese entonces
solía llegarme y tocado timbre en los departamentos contiguos de mi
piso, inquiriendo a los sorprendidos ocupantes respecto de mis
hábitos de vida, ocupaciones, visitas, etc. La encargada me dijo que
a ella le preguntaron sobre los países de procedencia de las cartas
que recibía, además de presionarla respecto a cierto "segundo juego
de llaves" que "seguramente" ella debía tener, a lo que la susodicha
se negó rotundamente. Hecho esto, y con un velado comentario ?a
todos- de un prometido regreso, se fueron.
Eso me contó la encargada. Y claro, esperaba algo a
cambio, como por ejemplo saber porqué me buscaban. Algo que yo
también habría querido saber. Un tanto alejado como estaba de la
ovnilogía, me pregunté si se debería a mis antecedentes
estudiantiles, o quizás algo vinculado a mi trabajo. Con veinte
años, la situación, no me molesta admitirlo, me provocaba mucho
miedo. Si lo hubiera vinculado a la ovnilogía, tal vez el miedo
hubiera sido mayor.
Esa misma noche mi padre se comunicaba con la
seccional de policía a la que correspondía mi domicilio, donde no
sólo le manifestaron que no había ninguna solicitud de información
respecto de mi persona sino asimismo se mostraron muy extrañados por
un procedimiento, aunque fuera perteneciente a alguna otra área de
nuestra benemérita Policía Federal, que no les hubiera sido
anticipado. Al día siguiente llegué a mi trabajo muy temprano; había
recordado que un gerente de la firma tenía fluidos contactos con
estamentos superiores de la Policía, y tal vez él pudiera averiguar
algo. Negativo. Después de un par de semanas ?y me consta que el
hombre hizo el mejor esfuerzo, llegando hasta la Superintendencia de
la Policía Federal, la ex Coordinación Federal de triste memoria-
nadie sabía quiénes eran los policías con auto negro y perro.
Eran épocas oscuras de dictadura militar sin
derechos civiles ni "hábeas corpus". Viví ?vivimos- con temor un par
de semanas. Cierto día, un viernes, cuando la encargada salía a
hacer ciertos quehaceres cerca del mediodía, encontró frente al
tablero de los "porteros eléctricos" a uno de los policías de la
visita anterior. Ahora, quizás menos nerviosa que la vez pasada, me
lo pudo describir en detalle: no muy alto (le calculó alrededor de
1,65 m.), muy delgado (sus palabras fueron "el uniforme le
quedaba como tres talles por demás grande, y de la gorra, ¡ni
hablar!"), la piel oscura, extrañamente cetrina, ojos negros y
nariz demasiado ganchuda. Le llamó la atención no distinguir otros
uniformados, ni el auto ni, por supuesto, el enigmático can. Dijo
que el hombre sólo la miró y en voz baja, casi sibilando,
espetó:
-¡No contestan en el "5ºA"! ?(tal el piso y
departamento que ocupábamos entonces).
-Lógico. No hay nadie. Están trabajando ?argumentó
previsiblemente la empleada.
-Entonces dígale a ese pendejo que se aleje de los OVNIs.-
fue cuando el auto negro, con un solo policía manejando (y sin
perro) apareció por una esquina, sobre él subió el extraño hombre de
la ley, y desaparecieron.
Jamás regresaron.
Tal vez ustedes no me crean si les cuento que fue una nimiedad,
una solapalabra en esta respuesta, lo que me hizo sentirme incómodo.
Pregunté y repregunté a la pobre mujer el sentido exacto de las
palabras empleadas y todas las veces, muy segura, me repitió
exactamente las mismas. ¿Policías molestos con un investigador de
OVNIs?. Absurdo. ¿Con una mascota?. Anacrónico. ¿Un auto negro?.
Fantástico. Pero había un elemento más para estar seguro que no
eran policías. Y si bien el vocablo "pendejo" les sería muy
propio, en los giros idiomáticos usuales en nuestros regionalismos
se diría "que la acabe con los OVNIs", "que la corte con los
OVNIs", "que la termine con los OVNIs" pero nunca "que se
aleje de los OVNIs". Demasiado estudiado.
Y si ustedes alguna vez leyeron "Triángulo Mortal
en la Argentina" (si no lo hicieron; bueno, es una lástima), la
aparición inopinada de caballeros vestidos de policías que no son
policías en un auto negro y siempre ?casi una constante- con algún
detalle bizarro y absurdo (aquí el perro) les haría cerrar la
ecuación con una sola expresión: MIBs. "Men in Black". U Hombres
de Negro, si lo prefieren.
Un sainete cósmico
Ya lo comenté en otro artículo sobre este mismo
tema: dos cosas absolutamente ilógicas parecen signar todas las
apariciones de MIBs. La primera, que nunca son los investigadores de
primera línea los visitados por ellos. En este sentido, mi anécdota,
vista fríamente, más que ensalzar mi ego tendería a deprimirlo: si
recibí su visita fue precisamente porque no era tan importante,
después de todo. Por supuesto, la tendencia instintiva es a descreer
los relatos de desconocidos o semi desconocidos en cuanto a las
apariciones de estos seres. Alguna vez, yo mismo creí (hasta que me
ocurrió, lógicamente) que se trataban de seguidillas de hechos más o
menos casuales vinculantes de personalidades un tanto paranoicas con
cuanto loco anda suelto por ahí. Hoy en día, y debo admitir que en
buena medida a instancias de las reflexiones que me surgieron a raíz
del episodio que viví tan de cerca, sospecho otra cosa: si bien no
estoy en condiciones de afirmar que los MIBs sean necesariamente
extraterrestres camuflados, todo me señala que forma parte
inextricable del fenómeno OVNI, no sólo porque se arrogue tal
relación sino por compartir simbólica y formalmente su misma
estructura ontológica. El OVNI es un absurdo, qué duda cabe: su
comportamiento en los cielos parece destinado a sacudir los
fundamentos de las creencias mismas de la humanidad, y muchos
autores han teorizado que la Inteligencia que se mueve detrás de
ellos se comporta precisamente de forma tan absurda porque, a
semejanza de un cósmico koan zen (un acertijo sin
respuesta racional que destruye las creencias preestablecidas del
estudiante), busca afectar al Inconsciente Colectivo de la humanidad
para provocar un salto cuántico en la evolución de su mentalidad.
Por ello, los OVNIs no aterrizan de una buena vez en las afueras de
la Casa Blanca: porque su efecto demoledor de paradigmas sólo
funciona actuando detrás de bambalinas, orillando la credulidad,
moviéndose al filo de la realidad cotidiana, sospechosamente intuido
pero nunca confirmado. La duda, la ansiedad intelectual, la
emocionalidad subyacente que el fenómeno viene generando a través de
las décadas es lo que genera el efecto buscado: una variable emotiva
distinta en la línea del pensamiento histórico de nuestra especie.
Lo que quiero decir es que, si la Inteligencia que se mueve detrás
de los OVNIs más que netamente extraterrestre es
extradimensional, lo que equivale a hablar de entes de una
Realidad paralela, y si a nuestra percepción esos entes no son
distintos a lo que históricamente conocemos como "entes
espirituales", a esa Inteligencia le será más fructífero a sus fines
un cambio gradual pero evidente en la psicología de las masas que en
el hecho físico, anecdótico y mediático de aparecerse a las puertas
de la ONU. El "para qué" será motivo de otro trabajo.
Y es evidente que el fenómeno MIB comparte esta
"ilogicidad" con todo el fenómeno OVNI: al igual que él, no se
aparece a los personajes principales del teatro universal, sino a
los actores secundarios de los sainetes pueblerinos. No se hace
visible ante un presidente que a golpe de decreto puede cambiar la
forma de pensar de las masas; se aparece a decenas, a miles de
Juanes o Marías cotidianos que en sus relatos, sus sueños
subsiguientes y sus creencias aglutinarán en una o dos generaciones
un nuevo molde de ideas, a caballo quizás entre lo religioso y lo
lógico, entre el demonio y los marcianos.
Esa "absurdidad" de los MIBs campea en sus
mensajes, en los aspectos ridículos de los episodios (recuerden al
"hombre del cable verde", quienes ya me han leído en otra ocasión),
en el vago toque "retro" y hasta "kitsch" de sus personajes, como
escapados de una mala película norteamericana de los ?50 con
estereotipados gángsters, para colmo en ocasiones de rasgos
orientales (que siempre hicieron el papel de "malos" en esas
películas) mezclados, en quién sabe que confusa recepción satelital
de nuestras remotas transmisiones de TV, con reportajes en vivo
desde el "Coven 13" de MTV.
El informe típico sobre MIBs es más o menos como
sigue: poco después de haber observado un OVNI, el sujeto recibe una
visita (recuerden los "cuatro hombres de negro" que el 29 de abril
de 1996, casi cuatro meses después de ocurridos los sucesos
iniciales, visitaron a la familia de las principales testigos del
"caso Varginha", en Brasil). Con frecuencia, esto ocurre tan pronto
que todavía no se ha concluido ninguna investigación oficial y, en
muchas ocasiones, sin estar siquiera precedida por la denuncia del
caso. Dicho en otras palabras: los visitantes no pueden haber
obtenido de forma normal la información que poseen, sobre todo
cuando en esas entrevistas suelen remitirse a experiencias o
circunstancias de la vida privada del testigo, en ocasiones remotas
en el tiempo y que no son siquiera de conocimiento de sus más
cercanos familiares.
La víctima está, casi siempre, sola en el momento
de la visita, generalmente en su propia casa. Sus visitantes, que
suelen ser tres, llegan en un coche negro. En Estados Unidos, un
Cadillac; aquí en Argentina ?y es sabido que los MIBs en muchas
ocasiones cambian sus atuendos por uniformes militares- en un Ford
Falcon, automóvil de triste recuerdo para la memoria colectiva,
claro que no color verde como los que acostumbraban cometer
tropelías en tiempos de las dictaduras militares, sino negro. Al
mismo tiempo, aunque se trata de un automóvil antiguo, lo más
frecuente es que esté en perfectas condiciones, que esté
escrupulosamente limpio por dentro y reluciente por fuera, y que
presente incluso el inconfundible olor a "coche nuevo". Si el sujeto
anota el número de matrícula y lo investiga, descubre siempre que se
trata de un número inexistente.
Los visitantes son casi siempre hombres; muy
raramente aparece una mujer, pero nunca más de una. Su aspecto se
ajusta a la imagen estereotipada de un agente de la CIA o de los
servicios secretos: llevan trajes oscuros, sombreros oscuros -¡aún
en esta época!- zapatos y calcetines negros, camisas blancas. Los
testigos comentan a menudo su aspecto impecable: toda la ropa que
llevan parece recién comprada.
Los rostros de los visitantes son descriptos
generalmente como vagamente extranjeros, casi siempre, como dijimos,
"orientales"; muchas descripciones hablan de ojos almendrados.
Cuando su piel no es oscura, suelen estar alternativamente muy
tostados o exageradamente blancuzcos. A veces aparecen toques
extraños, en varios casos, ¡labios pintados!. Vagamente amenazantes,
sus insinuaciones parecen ser de aquellas que tantos gustan a los
guionistas mediocres de Hollywood: "¡Caramba, señor X, me temo
que no me está diciendo la verdad!", o "Si quiere que su
esposa siga siendo bonita, le conviene darme esas
fotografías".
Todo esto provoca la "sensación imitativa
extraterrestre". Unos alienígenas bastante chuscos, decididos a
impedir que nuestros heroicos ciudadanos pasen sobre las
formalidades burocráticas del gobierno y desvelen el misterio de los
OVNIs, deciden infiltrarse entre la población para llevar adelante
sus cometidos. Pero, extraterrestres al fin, interpretan de manera
confusa una de sus pocas fuentes de información remota sobre nuestra
civilización: la películas de TV que, como se saben, viajan a
caballo de ondas electromagnéticas hasta los mismos confines de
nuestra Galaxia. Allí aprenden cómo deben vestirse los malos, pero,
claro, la película le llega con unos cuarenta años de retraso e
ignorantes de la frívola modificación de la moda temporada tras
temporada, nada les hace sospechar que las costumbres de vestuario
han cambiado. Así que se fabrican esas pilchas y de paso unos
automóviles a la misma usanza, y quizás por medios extrasensoriales
obtienen la información que desean sobre el testigo y su entorno. Se
materializan entonces casi a las puertas de su domicilio y progresan
con su cometido. Pero en el camino cometen ciertos errores: algún
lejano episodio de "Viaje a las Estrellas" les sugiere la
conveniencia de algunos detalles como cables que entren y salgan del
cuerpo: cautivados por los labios sensuales de tanta actriz de
teleteatro, se preguntan porqué, en aras de verosimilitud, no añadir
este toque de rouge también. Y en cuanto al lenguaje, si su
fuente de información ?siempre hipotéticamente- son nuestros medios
masivos de comunicación, no sólo es comprensible que sea tan
forzadamente estereotipado: sólo espero que no empiecen, en los
próximos encuentros, a proferir las barbaridades que escuchamos
todos los días.
Más evidencias de estilos pasados de moda: cuando
en 1972 el investigador Frank Marne, domiciliado en Pittsburg,
Estados Unidos, recibió la visita de tres supuestos militares
interesados por sus investigaciones, una de las cosas que más llamó
la atención de Marne fue la extrema pulcritud de sus uniformes de
gala del Ejército norteamericano... pero con el estilo de la guerra
de Corea, unos veinte años antes.
En setiembre de 1976, el doctor Herbert Hopkins,
médico e hipnólogo de 58 años de edad, trabajaba como consultor en
un caso de teleportación en Maine (Estados Unidos). Una noche en que
su esposa e hijos habían salido dejándole solo, sonó el teléfono y
un hombre que se identificó a sí mismo como vicepresidente de la
Organización de Investigaciones OVNI de New Jersey solicitó
entrevistarse con él para discutir el caso. El doctor Hopkins
aceptó, pues en aquél momento le pareció lo más natural. Se dirigió
a la puerta trasera para encender la luz para que el visitante
pudiera encontrar el camino desde el estacionamiento, y vio al
hombre que ya estaba subiendo los escalones de la entrada. "No vi
ningún coche, pero aunque lo hubiera tenido es imposible que llegara
a mi casa con tanta rapidez desde ningún teléfono", comentó más
tarde asombrado (es obvio que no eran tiempos de teléfonos
celulares).
Pero en aquél momento el doctor Hopkins no
experimentó sorpresa alguna, y acogió al visitante. El hombre vestía
traje negro, sombrero, zapatos y corbata negros y camisa blanca.
Pensó que su aspecto era el de un empleado de una funeraria. Sus
ropas eran impecables: el traje, sin arrugas, y la raya de los
pantalones, perfecta. Al quitarse el sombreo vio que era
completamente calvo, y que carecía de cejas y pestañas. Su palidez
era cadavérica, y sus labios eran de un rojo brillante.
En el transcurso de la conversación se frotó los
labios con un guante, de ante gris, y el doctor se sorprendió al
comprobar que los llevaba pintados.
Sin embargo, fue más tarde cuando el doctor Hopkins
reflexionó sobre lo extraño del aspecto y de la conducta de su
visitante. En aquél momento siguió la conversación con toda
naturalidad, considerando que el episodio formaba parte de su
actividad profesional. Cuando concluyó la charla sobre el caso que
motivaba la reunión, el visitante afirmó que el doctor tenía dos
monedas en el bolsillo relacionadas con el episodio. Le pidió al
doctor que pusiera una de las monedas en su mano y él así lo hizo.
El extraño dijo al doctor que mirara la moneda, no a él; mientras lo
hacía la moneda pareció desenfocarse y luego se desvaneció
gradualmente. "Ni usted ni nadie más en este planeta volverá a
ver esta moneda otra vez", dijo el visitante.
Después de hablar un rato más de los tópicos acerca
de los OVNIs, el doctor Hopkins advirtió que el visitante hablaba
más despacio. El hombre se levantó tambaleándose y dijo muy
despacio: "Mi energía se está agotando, debo irme ahora.
Adiós". Se encaminó vacilante hacia la puerta y bajó los
peldaños con inseguridad, de uno en uno. Hopkins vio una luz
brillante en la carretera, una luz blanco ? azulada y de brillo
distinto a la de los faros de un auto. En aquél momento, sin
embargo, supuso que se trataba del coche del extraño, aun cuando ni
lo vio ni oyó.
Más tarde, cuando regresó la familia del doctor,
examinaron la carretera, encontrando señales que no podían
pertenecer a un coche, pues estaban en el centro de la calzada. Al
día siguiente, y aunque el camino no se había utilizado, las marcas
ya no estaban.
El doctor Hopkins quedó sumamente alarmado por la
visita, sobre todo desde que empezó a plantearse lo extraordinario
de la conducta de su visitante. De ahí que siguiera al pie de la
letra las instrucciones de aquel hombre; borró las cintas de las
sesiones hipnóticas que estaba realizando en relación al caso que le
ocupaba, y aceptó abandonar el mismo.
Tanto en casa del doctor Hopkins como en la de su
hijo mayor, siguieron ocurriendo incidentes curiosos. Hopkins supuso
que tenían alguna relación con la extraña visita, pero nunca supo
nada más de su visitante. En cuanto a la Organización de
Investigaciones OVNI de New Jersey, tal institución no existía.
El 24 de setiembre, pocos días después de la
abracadabrante visita, su nuera Maureen recibió la llamada de un
hombre que pretendía conocer a John, su esposo, y preguntó si les
podía visitar con un acompañante.
John citó al hombre en un restaurante de la
localidad y lo llevó a su casa con el acompañante del mismo, una
mujer. Ambos parecían tener entre treinta y cuarenta años, y vestían
prendas pasadas de moda. La mujer resultaba particularmente
chocante: tenía los pechos muy bajos, y cuando se levantaba daba la
impresión de que las articulaciones de sus caderas eran raras. Los
dos extraños caminaban con pasos muy cortos, y avanzaban como si
tuvieran miedo de caerse.
Aceptaron unas gaseosas, pero casi ni las probaron.
Se sentaron torpemente el uno junto al otro en el mismo sofá, y el
hombre disparó varias preguntas muy personales a John y Maureen:
¿veían mucha televisión?. ¿Qué clase de libros leían?. ¿De qué
hablaban?. Continuamente el hombre manoseaba y acariciaba a su
compañera, preguntando a John si todo eso estaba bien y si lo hacía
correctamente.
John abandonó la sala por un momento y el hombre
trató de persuadir a Maureen para que se sentara junto a él. También
le preguntó "cómo estaba hecha", y si tenía alguna foto de
ella desnuda.
Poco después la mujer se levantó y dijo que deseaba
marcharse. El hombre también se levantó, pero no hizo ningún
movimiento para irse. Estaba entre la puerta y la mujer, y parecía
que para ella el único camino para llegar a la puerta era andando en
línea recta, directamente a través de él. Al final la mujer se
volvió hacia John y le dijo: "Por favor, muévalo, yo no
puedo". De repente, el hombre se movió, seguido de la mujer;
ambos caminaban en línea recta. No dijeron nada más; ni siquiera se
despidieron.
¿Rostros orientales dijimos?.
Octubre de 1932. Poblado esquimal de Anjiku (mil
millas al norte de la ciudad de Churchill, Canadá)
Luego de casi tres semanas de no haber recibido los
pueblos mineros y pesqueros cercanos ninguna visita de esquimal
alguno de esta aldea de menos de cincuenta habitantes (casi todos
parientes, con abundancia de matrimonios intrafamiliares), una
patrulla de la Policía Montada de Canadá se desplazó hasta la misma
en la presunción que hubieran sido víctimas de alguna catástrofe,
como una epidemia. Al llegar al lugar, encontraron la más absoluta
desolación: la aldea estaba desierta, pero una gran huella de
pisadas ?que permitió calcular la desaparición en apenas unos días
antes de la fecha- se dirigía rectamente hasta un páramo a algunos
centenares de metros de la choza más alejada, como si todos los
lugareños hubieran caminado en grupo, hasta detenerse y desplazarse,
al parecer durante largo tiempo, en forma errática pero sin salir
jamás de un círculo de unos cien metros de diámetro. No se halló
cadáver alguno. Las armas estaban en sus lugares (ningún esquimal se
alejaría de su vivienda sin su arpón, cuchillo y fusil). Los
rescoldos del fuego y los calderos con restos descompuestos de
comida señalaban que las mujeres habían abandonado en pleno sus
quehaceres domésticos, impresión que se veía ratificada por los dos
sacones de piel con agujas de hueso de foca aún atravesadas, en una
costura abandonada imprevistamente a medio hacer. Los perros,
desfallecientes y temerosos, seguían atados a sus cadenas, las
canoas en sus apostaderos. Como en el Mary Celeste todo era
como una postal congelada en el tiempo de la vida cotidiana, pero
donde se hubiera suprimido a sus protagonistas.
Hombres de negro de tez aceitunada, narices
ganchudas, orientales...
La conexión psíquica
Si nos detenemos en este punto tendremos dos
opciones: o tirar por la borda la totalidad de los testimonios (aún
aquellos bien documentados y acreditados) por considerarlos un atado
de sandeces sin sentido alguno; o preguntarnos si detrás de esa
apariencia ridícula se esconde algo más. Obviamente, voy por
esta segunda opción. Porque si bien es dable esperar que todo
fraude, toda historia propia del día de los inocentes muestre la
hilacha de ciertas características absurdas, la verdadera avalancha
de tales matices en estos testimonios es precisamente y a mi juicio,
lo que los hace más sugestivos: si sólo se tratara de una sarta de
invenciones, se disimularían más fácilmente si sus aspectos fueran,
digamos, más cotidianos. Esas concatenaciones de detalles ersatz
es lo que me sugiere que hay una extraña realidad común detrás
de todos ellos.
Y aquí regreso a lo enunciado párrafos atrás: su
absurdidad es tan evidente que es parte de su naturaleza, una "pauta
de comportamiento", vamos. Una absurdidad que tiene más que ver con
la naturaleza de las reacciones que provoca en los destinatarios que
con la estructura del fenómeno en sí (¿recuerdan el ejemplo del
"koan" zen?). Una absurdidad pletórica de componentes místicos:
apariciones y desapariciones fantasmales, poltergeist
sistemáticos (que acompañan los días de las víctimas
inmediatamente posteriores a las visitas), objetos que aparecen y
desaparecen (los estudiosos del budismo tibetano conocen de sobra
las técnicas de "tulpas", literalmente "formas de
pensamiento", mediante el cual los iniciados logran concentrarse tan
intensamente en determinadas imágenes que terminan éstas haciéndose
visibles y hasta tangibles incluso para observadores escépticos,
objetivos y experimentados; verdaderos "fantasmas de la mente" que
sobreviven en ocasiones durante días cuando sus creadores se han
desentendido de ellas)...
Ya en 1976, el investigador argentino profesor
0scar Adolfo Uriondo, en un meduloso artículo inserto en la ya
desaparecida revista "Ovnis: un desafío a la ciencia"
señalaba la molesta ?cuando menos para los integrantes del pelotón
de tuercas y tornillos- pero irrebatible irrupción de la
fenomenología parapsicológica dentro del campo de la casuística
OVNI. Si bien no es muy procedente tratar de explicar un misterio
mediante otro misterio, tampoco sería ético negar las implicancias
paranormales que suelen ser el marco de las apariciones de estos
objetos; negación que respondería más a un compulsivo deseo de
evitar discusiones ríspidas con la ciencia mecanicista que alejara
al ovnílogo aún más de ser aceptado en sus templos, que como una
honra a la exactitud de la información. Porque cuando aún no se
hablaba de channeling ni de maestros ascendidos, cuando
Vallée apenas esbozaba tímidamente su teoría del monitoreo desde una
Realidad Alternativa, ya entonces, decíamos era evidente un ámbito
de superposición referente a ciertas pautas de comportamiento de las
entidades asociadas a OVNIs, pautas asociadas a lo que se espera de
"apariciones" o, vulgarmente, "fantasmas". Mi razonamiento, a partir
de allí, es el siguiente: si se admite la realidad casuística de
fenomenología paranormal dentro del contexto de la temática OVNI, en
testimonios de indiscutible verosimilitud, ¿quién estaría en
condiciones de definir el límite exacto de ambos campos?. ¿Quién
puede lícitamente arrogarse el derecho de decidir hasta qué punto se
aceptan manifestaciones parapsicológicas dentro de lo ovnilógico y a
partir de qué punto no, excepto cuando ese territorio desdibujado
opaca, por su invasión, los juicios apriorísticos de quien, atado
desde el vamos a ciertas hipótesis preestablecidas sobre su origen,
ve así amenazada su creencia?.
Los investigadores de OVNIs y las personas que los
han visto no son de ningún modo los únicos que reciben visitas de
hombres vestido de negro. Quienes investigaron la resurrección
religiosa de 1905 en el norte de Gales, describen las
fantasmagóricas apariciones de tres hombres vestidos íntegramente de
negro ?en contadas ocasiones uno solo- en los (adivinen dónde)
dormitorios de líderes religiosos de esas comunidades. Los mismos
que relatan, avalados por numerosos testigos, que durante sus
manifestaciones multitudinarias extrañas "luces" multicolores
revoloteaban sobre la multitud. Una de las predicadoras más
reconocidas, Mary Jones, relata en sus memorias como cierta noche,
en que una de estas inquietantes visitas se apersonó en el vano de
la puerta de su alcoba y le increpaba, una "luz" esférica, blanco
azulada, se materializó sorpresivamente dentro de la habitación y
descargó un "rayo" sobre el ser, vaporizándolo. Todo esto parece una
fantasía delirante, si no fuera por el hecho de que existen
evidencias probadas de algunos de los fenómenos relatados, muchos de
los cuales fueron presenciados por varios testigos independientes,
algunos de ellos abiertamente escépticos. A lo que apunto es que lo
que sabemos acerca de las manifestaciones actuales de Hombres de
Negro puede ayudarnos a comprender sus apariciones en el pasado,
y viceversa. De una forma u otra, aparecen en el folklore de
todos los países, y periódicamente pasan de la leyenda a la vida
cotidiana. El 2 de junio de 1603 un joven campesino se confesó
culpable, frente a un tribunal del sudoeste de Francia, de varios
actos provocados por su transformación en lobo; había acabado
secuestrando y comiendo a un niño. El "hombre lobo" afirmó que
estaba actuando bajo las órdenes del Dios del Bosque, del cual era
esclavo, un hombre alto y moreno, vestido todo de negro y montado en
un caballo negro.
¿Y qué decir del silencioso y no menos misterioso
visitante que golpeó a las puertas de la residencia de Mozart para
encargarle un Réquiem, con una espléndida paga en efectivo y
la consigna de no preguntar sobre su destinatario, réquiem que quedó
inconcluso por la muerte del compositor, sospechoso en los últimos
momentos que como una broma macabra el réquiem había sido encargado,
precisamente, para él?. Y es obvio que si en la vida de Mozart
debemos buscar razones para su acoso, las mismas seguramente no
estarán en sus creaciones sino, quizás, en su filiación
masónica.
Todos los evidentes elementos simbólicos en sus
apariciones han llevado a algunos autores a postular que los Hombres
de Negro no son criaturas de carne y hueso, sino construcciones
mentales proyectadas desde la imaginación de quien la percibe, y que
adoptan una forma que combina la leyenda tradicional con las
imágenes contemporáneas. Sin embargo, no es tan simple como parece:
la mayoría de los relatos aseguran que se trata de criaturas reales
que se mueven en el mundo real y físico.
En diciembre de 1979, en la ciudad de la entonces
Alemania occidental de Tirschenreuth, en el alto Palatinado, por
varias semanas la gente no se atrevió a salir de noche de sus casas.
Los padres prohibían a sus hijos que fueran por las calles una vez
caído el sol; las mujeres, por motivos de seguridad, hacían que sus
amigos o parientes fueran a buscarlas al lugar de trabajo. Y todo
porque numerosos habitantes se vieron enfrentados a un fenómeno
verdaderamente siniestro.
Una y otra vez, aterrorizados testigos acudían a la
policía para denunciar el mismo hecho: de la oscuridad surgía
repentinamente un coche con las cortinas en las ventanillas
laterales, del cual descendían tres hombres vestidos de negro que,
ante la mirada de los espeluznados transeúntes, abrían la portezuela
trasera y extraían un féretro, abriéndolo en ocasiones. En este
punto, los involuntarios testigos recuperaban el control de sus
piernas y salían disparados, aunque algunos alcanzaban a atisbar en
el interior del ataúd, totalmente vacío, lo que hacía aún más
incomprensible y tétrica la actitud de los silenciosos individuos.
Varias mujeres tuvieron que ser hospitalizadas en estado de
shock, y un par de muchachos con presencia de ánimo para
detenerse a algunas decenas de metros y mirar hacia atrás,
manifestaron que el enigmático vehículo parecía "desaparecer
fundiéndose con las sombras".
Así que con estas anécdotas y estos parámetros, y
puesto a hipotetizar sobre su origen, creo que puede circunscribirse
su naturaleza a:
- agentes extraterrestres infiltrados en busca de silenciar
testigos que entorpezcan sus ominosos planes para con nuestra
Humanidad.
- Secuaces diabólicos de un inmarcesible Belcebú que usan al
satánico fenómeno OVNI para vehiculizar sus innobles propósitos.
- Agentes federales, de organismos gubernamentales o militares,
deseosos de monopolizar en aras de su belicismo innato los
secretos que puedan llegar a arrancarse al OVNI.
- Una sociedad secreta.
La primera posibilidad es posible pero no probable.
Ciertamente, lo que ha silenciado a la gente no han sido los Hombres
de Negro sino el propio miedo de los destinatarios. Y en el caso de
los que hicieron caso omiso (entre ellos, un servidor), bueno, aquí
estamos y seguimos. La segunda opción, de neto corte
fundamentalista, ha sido en realidad propuesta por grupos
evangélicos ?generalmente de filiación pentecostal- y está, a mi
criterio, más emparentado con el usufructo del miedo a lo
desconocido inherente a los bajos estratos sociales en función de un
proselitismo ideológico, que a una cabal identificación de estos
oscuros personajes. Para refutar esta posibilidad (que, como exótico
renacimiento medieval, aún he escuchado en fechas cercanas-
permítaseme señalar dos detalles: si de entidades espirituales
demoníacas se tratara, toda esa parafernalia a lo Bugsy Malone
carecería de sentido: simplemente, una vaporosa y sulfurosa
aparición en la intimidad del destinatario de la amenaza y a otra
cosa, mariposa. En segundo lugar ?y le cabe el sayo de la hipótesis
anterior- un demonio, por subalterno que fuere, que no materializara
sus maléficos propósitos no sólo perdería autoridad; se expondría al
ridículo, situación a la que, como es de público conocimiento, el
Príncipe de las Tinieblas no es muy afecto.
¿La tercera opción?. ¿Federales o militares
pintándose los labios, clavándose los extremos de un hilo de cobre
en las pantorrillas, manoseando a sus parejas en público como para
ser detenidos por ofensa al pudor o metiéndose en los detalles
íntimos de quienes visitan ?a quienes, generalmente, sólo amenazan
al final de la entrevista- arriesgándose a un fenomenal
puñetazo de un marido celoso.. o expuesto in fraganti
delito?. Los que hemos vivido y padecido épocas de autoritarismo
militar sabemos que los mismos, cuando así quieren proceder, no se
andan con chiquitas, y si muchos testigos de las apariciones de
MIBs no fueran de por sí individuos altamente confiables,
personas honestas y respetadas en la comunidad, interlocutores
válidos en cualquier instancia judicial, testigos creíbles para
cualquier jurado, todo esto habría que echarlo por la borda de lo
probable.
Me quedo, entonces, con la tercera posibilidad:
una sociedad secreta, que a través de centenares de años ha
influido para evitar el avance del conocimiento de la humanidad
sobre determinados temas: ayer, logros científicos. Hoy, el contacto
abierto con fraternidades extragalácticas, contacto que
necesariamente debe ir precedido de la aceptación pública del
mismo.
Una sociedad que, por su naturaleza y desarrollo
fuertemente emparentado con lo que conocemos como Ciencias
Herméticas y Ocultas, le ha puesto en poder de determinadas
facultades extrasensoriales o el acceso a fuentes de energías no
físicas. Una sociedad secreta puesta al servicio de ciertas
entidades ?quizás más extradimensionales que
extraterrestres- deseosas de impedir un salto cuántico en la
evolución de esta Humanidad, y seguramente de otras también. Quizás
por una simple cuestión de supervivencia...
Existe un movimiento, a través de la Historia y los
gobiernos, que opera desde las sombras para impedirle a la Humanidad
progresar demasiado velozmente o en determinadas direcciones, un
poder particularmente deseoso de cercenarnos espectaculares
progresos científicos y tecnológicos que en distintas confluencias
de los tiempos pasados, remotos o cercanos, estuvieron casi al
alcance de la mano y que hubieran provocado, de ser reconocidos y
alentados, un "salto cuántico" en la historia de nuestra especie.
Este Poder detrás del Poder, a quienes llamo los "Barones de las
Tinieblas" ?y que volveremos a encontrar inquietantemente afines
a las motivaciones o aparentes objetivos de cierta clase de
visitantes cósmicos- están en permanente conflicto con otra sociedad
secreta ?llamémosla los "Guardianes de la Luz"- afines a
seres extraterrestres o extradimensionales benéficos para con la
especie humana.
Sin embargo, sé que puede resultar una tarea
ímproba y casi imposible demostrar, más allá de toda duda plausible,
la existencia de esa "sociedad secreta". Simplemente por el hecho
que cuanto más fuerte y más clandestina es, menos evidencias habrá
dejado de su paso, y ni que pensar en registros escritos u otras de
similar tenor. O dicho de otra manera; cuánto más éxito haya tenido
en permanecer secreta, aunque parezca una verdad de Perogrullo, más
ímprobo resultará demostrar su existencia. Así que la pauta para
probar su realidad dependerá de aplicar el razonamiento que si a
través del tiempo podemos encontrar personas aunadas por idénticos
procederes y objetivos, reivindicando intereses comunes, o eventos o
personas, físicas o jurídicas, manipuladas por igualmente extrañas
circunstancias que en todos los casos conlleven a consecuencias
concomitantes con los objetivos de los sujetos mencionados en primer
término, podrá entonces colegirse con bastante fundamentos que los
segundos serán víctimas de las maniobras de los primeros, a su vez,
hermanados en una mística común; la que sólo puede responder a la
fraternización dentro de una organización unívoca.
Porque el accionar de los Barones de las Tinieblas
ha apuntado, cíclica, persistentemente ?y debo admitir que con
éxito- a frenar la evolución de la especie humana. ¿Con qué fines?.
Tal vez vayamos desvelándolos a lo largo de otras páginas, pero
convengan conmigo que de suyo se impone el más obvio: una humanidad
ignorante de sus potencialidades, alejada de descubrimientos que
podrían provocar un "salto cuántico" en su evolución, es fácilmente
manipulable. Distraídos de lo Trascendente, encolumnados detrás de
espúreas metas ilusorias, recuerdan aquel comentario de Charles
Fort: "¿Acaso las ovejas saben cuándo y cómo van al
matadero?".
Y precisamente porque su accionar ha sido exitoso,
es que nos resulta muy difícil tomar conciencia de cuánto nos hemos
alejado de un camino de crecimiento interior y exterior, cuán lejos
podríamos estar en el camino a las estrellas si en ciertos quiebres
de la historia, en ciertas curvas de la ruta, no se nos hubiese
empujado a tomar desvíos que, en lugar de incómodos, traumáticos
pero efectivos atajos, eran en realidad sofisticadas, atractivas y
cómodas autopistas hacia la Nada.
De los ejemplos que he mencionado, está llena
nuestra crónica. Sobre la que, si les interesa, sabremos
regresar.
No obstante, permítanme un último comentario. La
hipótesis de una sociedad secreta de origen milenario, dotadas de
facultades supranaturales y con fines más psíquicos y espirituales
que materiales, casa perfectamente con el modus operandi de
los Hombres de Negro. Son necesariamente atemorizantes para el
testigo y simultáneamente poco creíbles, de forma que el
destinatario sienta hasta vergüenza de dar detalles de su odisea.
Porque si fuesen mafiosos típicos o paramilitares puntillosos, la
verosimilitud de la historia no sólo desencadenaría investigaciones
policíacas y gubernamentales profundas sino que por carácter
transitivo daría credibilidad al "episodio OVNI" de ese testigo.
Pero si éste, ya sospechado de delirante por haber visto
"platillos volantes", encima declara haber sido visitado por seres
vestidos de negro que aparecieron de la nada, con baterías que se
descargan, una libido incontrolada, voyeuristas cósmicos de
fotos desnudas de la esposa de usted o ese toque femenino de carmín,
el delirio es total, el absurdo campea por sus dominios y el testigo
es despedido entre risotadas y burlas crueles. Al igual que todo el
fenómeno OVNI, es otra "koan": están pero no se ven, influyen sin
interferir, marcan la Consciencia Colectiva pero nadie ve a los
manipuladores. Se mueven (no podría ser de otra forma) al filo de
la realidad.
ADDENDA
EL SÍNDROME DE
PEDRITO: ¿HOLLYWOOD ALIADO DE LOS ILLUMINATI?
Ya conocen el cuento. Es el de aquél pastorcito
(llamado Pedrito en estas latitudes, seguramente con otros nombres
en otros lares, como le cabe a toda parábola que se precie de tal)
que, para gastar una broma a sus vecinos, anuncia con gritos
destemplados la aparición de un lobo. La primera vez los aldeanos,
espantados o solidarios, corrieron unos a refugiarse y otros a
enfrentar al animal, encontrándose sólo con Pedrito despanzurrándose
de la risa. El gracioso repite una, dos veces (supongo que con
matices; me resisto a imaginar una caterva de gente tan cretina
plausible de caer más de dos veces ante el mismo truco) su broma,
tal vez cada vez con menor espectacularidad en los resultados. Hasta
que un día sí aparece el lobo y Pedrito, desesperado, desanda
corriendo el camino a la aldea, a los gritos anunciando la llegada
del depredador. Nadie le creyó, claro. Y las ovejas de Pedrito
pagaron las consecuencias.
Si repetí la metáfora (que es seguramente una de
las más extendidas del globo) es para que mis lectores tengan
frescas en sus mentes las imágenes a las que voy a asociar mi
hipótesis: todo parecido con la realidad, doy por sentado, no
es pura coincidencia.
En distintos números de AFR hemos ido consolidando
la teoría que no solo nuestro planeta se encuentra gobernado desde
las sombras por un Poder Oculto (al que llamamos, genéricamente,
"Los Illuminati" o "Los Iluminados" sino que ese Gobierno en las
Sombras no solo se vale del poder político, militar y sobre todo
financiero para sus fines, sino que cuenta con específicos recursos
de otra naturaleza ("espirituales", "psíquicos" o "astrales", como
ustedes prefieran) para la consecución de sus fines. O, invirtiendo
los términos de la ecuación: es la posesión de esos recursos lo
que consolida su poder político y financiero. Doy un paso más:
esos recursos les son facilitados por inteligencias no humanas, a
cambio de ser funcionales a los intereses de éstas.
No digo más. No, cuando menos, hasta que cesen las
risas.
Es muy, muy difícil (si no imposible) fundamentar
una hipótesis en el sólo contexto de un artículo. Como dijera
Ernesto Sábato: "la Teoría de la Relatividad explicada en cinco
minutos ya no es la Teoría de la Relatividad".
Especialmente cuando la hipótesis es tan ardua, compleja,
multifacética, tangencial... Quizás, tendría que hacer un alto aquí,
y recomendar al lector recién llegado que primero repase los
trabajos ya citados antes de continuar en este punto.
Pero supongamos que ya lo ha hecho; la relación
específica entre los Illuminati e inteligencias no humanas
(extraterrestres o extradimensionales o atemporales) demanda de mi
parte otro trabajo que no está lejano. Hoy, sólo quiero agregar un
ladrillo a la pared: advertir cómo ciertos "entretenimientos" pueden
estar ocultando otras cosas.
Las operaciones de contrainteligencia nunca han
sido, son ni serán sencillas ni obvias. Supongo que debe ser uno de
los pocos ámbitos donde no se cumple el principio de economía de la
energía; precisamente porque su fin es confundir, despistar y
desviar, deben aplicar tácticas basadas muchas veces en el conflicto
con el sentido común. Moraleja: cuando frente a lo que llaman una
"teoría conspiranoica" las personas que disfrutan llamándose
racionales las execran por considerar que carecen de lógica y
atentan contra el sentido común, pierden la perspectiva que
precisamente eso es lo que buscaron que pensaran aquellos
(servicios de inteligencia o poderes estratégicos. No confundamos
"tácticas" con "estrategias". "Estrategia" hace a la pregunta:
"¿Qué es lo que busco?". "Táctica" responde a la pregunta:
"¿Cómo lo consigo?").
De resultas de lo cual, a estas alturas tildarnos
de "conspiranoicos", como ya escribí en alguna oportunidad, deja de
ser un insulto o una descalificación para terminare transformándose
en el elogio a quienes logramos advertir las piezas que no encajan
en el Sistema que diariamente nos tratan de vender. Un sistema que,
como parte de su autónoma lucha por la supervivencia, apela a uno de
sus órganos más poderosos (en términos de manipulación de las masas)
para sus fines: la industria cinematográfica y los medios masivos de
¿comunicación?. (Primera gran tautología: un "medio de comunicación"
supone un ida y vuelta de ideas. Si sólo somos espectadores pasivos,
ya no es un medio de comunicación sino de manipulación, de
condicionamiento, con todo lo de pavloviano que encierra este
término). Y así, podemos plantearnos que ciertas producciones
vinculadas a estas temáticas no están hechas sólo para entretener
,generar millones y, como piensan algunos ingenuos y
bienintencionados, "preparar y concienciar" a la gente frente a
"otra" realidad, sino todo lo contrario: descomprimir (a
través de la exaltación de los sentidos) la curiosidad objetiva y
la atención seria puestas en ciertos temas para que, al ser
colectivamente tomados en calidad de comedia o ficción, resulten
indigeribles para la masa como cuestiones dignas de ser tenidas en
cuenta.
Y propongo dos ejemplos:
-
La película "Hombres de Negro": Antes de
ella, el tema de los MIBs si bien no era de conocimiento masivo
para el público (recuerdo aún en ciertas conferencias antes
del estreno de la cinta cuando los asistentes ?salvo que
estuvieran empapados en estas cuestiones- enarcaban las cejas con
sorpresa e interés cuando uno planteaba el tema) tenía una entidad
propia: generaba suspicacia, temor o escepticismo, pero todo ello
en el marco de un debate racional. Después del estreno (y hago
excepción, si me permiten el argentinismo, de quienes "son del
palo", es decir, aquellas personas con conocimiento previo y
relativamente profundo de la cuestión), ¿quién se toma con
seriedad el asunto?. Luego de verlo a Will Smith cubierto de moco
del alienígena recién nacido, ¿quién puede proponer
públicamente el caso (en un programa televisivo, una
conferencia, una reunión de amigos) sin que los demás muestren
una amplia sonrisa, digan "Ah, sí, yo vi la película" y no falte
el idiota que grite aquello de "¡A mí me sienta el negro!"
con lo que automáticamente y por asociación todo el verdadero
"dossier MIB" quede descalificado?. La cinta no instaura el
tema en la opinión pública; ni siquiera allanó el camino a los
divulgadores ahorrándoles ante un público neófito largas y
tediosas introducciones: por el contrario, la película boicoteó
toda discusión popular del tema. Si las inteligencias (ver AFR
números xxxx) que operan detrás de los MIBs desean evitar todo
conocimiento cierto de la masa sobre sus actividades, esta
película les fue sumamente funcional. ¿Coincidencia?. No creo en
ellas.
-
THE MATRIX: más allá de la espectacularidad
visual (otra vez: la exaltación de los sentidos). Matrix propone
alegóricamente lo que planteamos en esta serie de artículos: que
la "realidad" no es la Realidad, y que en esa Otra Realidad
hay quienes nos explotan a través del Sistema (the matrix). Oh,
sí, hasta aparecen nuestros "alter ego": Neo, Orfeo (xxx quique,
asegurate que este sea el nombre) y los demás. Muy interesante.
Sólo que (otra vez) desde el estreno de la película ya me harté
que cada vez que expongo mis tesis ante un público neófito,
alguien exclame "muy Matrix para mi gusto", o "¡Ah!, ¿algo así
como en la película?". Nuevamente: por la exageración metafórica y
la exaltación de los sentidos, nuestras prolijas tesis
"conspiranoicas" quedan ridiculizadas y, de paso, lo que las
ridiculiza genera millones (o sea, fortalece el Sistema). Muy
conveniente.
Incidentalmente, se me ocurre ahora que lo que hace
al brazo financiero de los Illuminati tan poderoso es este hecho:
que la consecución de un objetivo, además del objetivo en sí,
también produce dividendos contables, a diferencia del brazo
militar que alcanza objetivos primarios pero los mismos no producen
en sí dividendos inmediatos (por favor; no incluyamos aquí los
resultados económicos de la producción de armamentos o la
explotación de los países sojuzgados ?que son innegables- porque
esos resultados no pertenecen al Poder Militar sino al
Financiero al cual aquél se subordina). Insisto en esto: el Poder
Militar necesita destruir ?restar- para alcanzar sus propósitos. El
Poder Financiero, cuando alcanza sus propósitos, ha generado divisas
?suma-. Esa es la razón de la supremacía de éste sobre aquél, y se
me ocurre que el Sistema comenzaría a debilitarse el día que el
Poder Financiero, para obtener resultados que les sean
imprescindibles, deba resignarse a soportar masivas pérdidas.
Pero no volvamos a irnos por las ramas. Lo que he
querido consignar en estos dos ejemplos ("Matrix" y "Hombres de
Negro", y mejor no hablemos de "Día de la Independencia": la sola
inclusión del Área 51 en esta película de héroes impolutos con un
Bill Putman tan insoportable como George W. Bush pero menos
disléxico, le quita toda posible respetabilidad a la cuestión) es
que Hollywood ha demostrado ser muy útil a los intereses de los
Illuminati.
Por cierto, ahora hasta este epíteto es gracioso
después de haber visto a Angelina Jolie - Lara Croft vencerlos a
puro colágeno, perdón, balazos...
Ciertamente, no creo que ni los directores, actores
o guionistas de estos filmes hubieran sabido a lo que se estaban
prestando. Para ellos era apenas un negocio. Claro que hay otras
maneras de inficionar la producción: el origen de los capitales, por
caso (y las sugerencias que siempre acompañan a los mismos, y
sobre las que no se firma recibo). De estas ?y otras- maneras es
hasta posible obligar subrepticiamente a "alguien del palo"
(¿recuerdan el argentinismo?) a terminar siendo involuntariamente
útil exactamente a quienes en otro contexto tomaría no menos que
como sus enemigos dialécticos. Y como muestra basta un botón...
Maussán y la ¿mercadería podrida?
La sonadísima aparición de objetos voladores no
identificados en El Campeche el 5 de marzo del 2004 y fotografiados
por aviadores militares mexicanos ha sido reivindicado y vapuleado
hasta el hartazgo y aún hoy, cuando no hay un consenso unívoco de
interpretación del fenómeno ?resulta no menos que curioso la
multiplicidad de "explicaciones" escépticas, todas aparentemente tan
fundamentadas y sensatas que uno tendería a sentir vacilar su
hipotética credulidad si no fuera que recordáramos aquél viejo
adagio que decía "no pueden coexistir dos verdades diferentes
sobre un mismo hecho", con lo cual seguimos tan en agua de
borrajas como al principio. No es por tanto nuestro objetivo
identificar el episodio, sino simplemente acercar algunos
comentarios colaterales en la línea que venimos proponiendo en este
trabajo.
Como es público y notorio, el hecho tuvo también su
sonad repercusión gracias a los oficios de Jaime Maussán, periodista
mexicano y apasionado divulgador del tema OVNI. Si bien existe la
opinión entre muchos que para Jaime "todo lo que vuela es un OVNI",
si bien es también un hecho que en distintas ocasiones Jaime ha
presentado de manera rimbombante hechos y personajes que casi
parecían ponernos a las puertas de alguna revelación cósmica y más
tarde, tras las oportunas conferencias a lo largo y a lo ancho de
México, de ellos no vuelve a saberse nada (remember Jonathan Reed),
no puede negarse la importancia mediática en la divulgación del
fenómeno que Jaime ha tenido por aquellas tierras. Es, de alguna
manera, como nuestro vernáculo Fabio Zerpa (Fabio Pedro Allés, en
puridad, ya que "Fabio Zerpa" es su pseudónimo artístico) un ex
actor volcado más a la difusión que a la investigación. Denostado no
sólo por escépticos sino también ?y muy especialmente- por quienes
adscriben a una ufología "seria", yo me pregunto: respecto de
quienes andamos promediando la década cuarta de nuestra vida y
menos, ¿quién no se inició con Fabio?. ¿Quién no leyó con fruición
su revista "Cuarta Dimensión" o esperaba su nocturno programa por
Radio Splendid de Buenos Aires?. Es inútil, guste o no, Fabio fue un
pionero.
De la misma manera y en México, seguramente la
Ovnilogía no necesitaba antes a Maussán pero, qué duda cabe, a su
sombra ?aunque ya sabemos que toda sombra excesiva crea humedad y
hongos, alimenta parásitos e incuba enfermedades varias-.
Así que, de pronto, algunos creyeron lógico que a
él se diera el video filmado por los militares. En un sorpresivo
ataque de transparencia mediática, las Fuerzas Armadas de ese
hermoso país decidieron que el público ya estaba maduro, por lo
visto, para conocer de frente y con semejante aval a estos
fenómenos. Y Mausán ?quien ciertamente no se ha negado a investigar
seriamente el fenómeno- salió a difundir a diestra y siniestra esta
"prueba irrefutable" de la presencia extraterrestre.
Sólo que ocurrió un pequeño detalle. Apenas pasadas
unas horas, mientras "respetables científicos" explicaban el
fenómeno como:
-
centellas
-
reentrada de algún vehículo espacial
(terrestre, se entiende)
-
refracciones de lejanos pozos
petrolíferos
-
inversiones de temperatura
-
faros de automóviles reflejándose en aisladas
capas de nubes
-
meteoritos
-
y un largo etcétera
los militares, por su parte, reaccionaron
escandalizados. Que ellos nunca quisieron hablar de naves
extraterrestres, que no avalaban las palabras de Maussán, que... Me
pregunto, entonces: ¿porqué se lo dieron a él?. ¿Podemos
aceptar que estos uniformados sean tan ingenuos de haber confiado en
que Jaime haría las cosas "bien" ?al darle un material "caliente" a
un periodista, podemos discutir horas respecto a qué es hacer las
cosas "bien"- sin tener previamente una verdadera "radiografía" del
individuo?. O para plantearlo directamente: creo que se lo dieron
a Maussán porque deseaban que hiciera precisamente lo que hizo:
salir a divulgar la "primicia"sin investigar previamente y de
manera exhaustiva el material.
Realmente, es necesario no ser periodista
para argumentar que ante un notición en manos -¡y exclusivo!- se
puede evitar fácilmente la tentación de su divulgación inmediata. El
"chequear las fuentes" (axioma ineluctable de todo periodista serio)
no fue obviado por Maussán: sus fuentes eran indudablemente
confiables. Y seguramente esas fuentes no habrán comprometido su
opinión respecto a la "naturaleza extraterrestre": bastaba sólo
algún comentario al paso, y un bien dispuesto como Jame mordería
sólo el anzuelo. Después de todo; si no se admitiera la "posibilidad
alienígena" y, como salieron a decir después ls fuentes oficiosas,
"nunca se descartó una explicación convencional": ¿porqué le
dieron precisamente a Maussán el video?. ¿Porqué no a los numerosos,
bien dispuestos y eficientes astrónomos y científicos de diversas
disciplinas con que cuentan instituciones oficiales y privadas
mexicanas?.
Mi opinión (quizás falible, pero ocurre que
ustedes están leyendo mi artículo y están condenados a considerarla)
es que algún día tendremos de estas "luces" una simple explicación
convencional, y lo que fuera una "movida" de Jaime para acrisolar el
fenómeno OVNI terminará siendo, de rebote, una operación de
contrainteligencia para desprestigiar a este fenómeno, usando a
alguien mediáticamente expuesto pero muy permeable a considerar sin
demasiadas exigencias metodológicas el material proveniente de
observadores tan confiables (recuerden el axioma: "todo periodista
serio chequea las fuentes"... "las fuentes", sí, pero no
necesariamente "los contenidos"). Esencialmente, Jaime compró
"mercadería podrida", como decimos en el oficio. Tal vez no por su
naturaleza, pero sí por las intenciones de quienes la entregaron. Es
decir: exponer, generar expectativas y después destruir. Ergo, por
un lado los militares encuentran así justificado poder afirmar que
"la próxima vez procederemos con más cautela" (lo que es casi
institucionalizar el secreto), y por otro generar en la opinión
pública un refuerzo de la incredulidad y el escepticismo. Lo mismo
que hemos señalado a lo largo de este ya un poco extenso
artículo.